lunes, 9 de septiembre de 2013

Habemus Fútbol

Tras una deshonrosa quincena sin el bello deporte, en la noche en que Venus y la Luna se alinearon sobre nuestras cabezas sudacas, se volvió a jugar. Esas dos (2) semanas, fueron para mi espíritu, absolutamente catastróficas, al punto de entrar en conflicto con la idea de continuar con este espacio. Pero aquí estoy, decidido a, torpemente, revalidar mi lugar como cronista de los más gloriosos partidos de fútbol-soccer que se hayan jugado alguna vez en este pequeño punto del universo.
La cosa es así: por alguna razón, muchos de los players usuales no aparecieron nunca en el listado de mails, y no fue hasta muy cerca del horario de juego, que llegamos a ser los diez (10) que necesitabamos ser. Aún si no hubiéramos llegado, creo que la necesidad la compartíamos todos, y siendo ocho (8), se jugado de todos modos. Ahora, la crónica.
Diez valientes guerreros, entre los cuales volvió a aparecer después de largo tiempo Ivan, se encontraron en el predio de San José para contribuir a la historia una vez más. Esta vez, los buenos fueron encarnados por Ale y Pablo Lumerman, Pablo Pachila, el ayer terrible Andres O y un nuevo jugador que si no me equivoco, respondía al nombre de Manuel. Los malos esta vez fuimos Andres C, Lucoso, Fernando Dagnino, Ivan y Guillermo (¿verdad?).
La batalla, si bien reñida por momentos, siempre fue claramente favorecedora de los Buenos, y hubo un momento en que llegaron a estar seis o siete (6 o 7) tantos arriba, pero (es bueno reconocer esto), los malos, no sin esfuerzo, logramos empatar por un rato el encuentro, situación que nos hizo creer que tal vez los dioses cósmicos nos daban su favor. Pero uno siempre debe saber que las divinidades no sienten sentimientos humanos y no guardan piedad de los que se adormecen, y es con este accionar que nos enseñan que la vida es en realidad más cruel que el más cruel de los hombres.
Tras este momento de misticismo pagano, es razonable conceder a los buenos que su victoria fue más que indiscutible, merecida y sus esposas los esperan en sus hogares llenas de pasión expectante para recibirlos en sus lechos de amor. A los malos, no nos espera más que la profunda meditación sobre el devenir de nuestros esfuerzos mal administrados y un río de lágrimas sobre el que nuestro reflejo se vuelve miserable. Pero es de hombres grandes aceptar la derrota y darle la mano al vencedor que gana con buenas armas. Así que un urra para los que supieron ganar la batalla de la noche de la alineación  la Luna y el planeta de las mujeres y que el fútbol sea eterno.


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