Ahora lo importante:
Este último domingo no jugamos a pesar de que la gran final del Mundial se jugaba a las 4 (cuatro) de la tarde. El señor Iván de los vientos comunicó temprano que tal vez no llegaba (a pesar de que el partido de Argentina se jugaba a las 16, y nosotros teníamos cancha a las 20). Finalmente, y sobre la hora, mostró arrepentimiento e intentó recomponer la situación, pero ya era tarde. Por esto, el tribunal de disciplina, y, considerando su descargo, decreta que deberá atajar durante 1 (un) partido completo.
Ahora paso a mostrar su discurso ante dicho tribunal:
Querido grupo futbolero,
Les escribo esto en un momento muy particular, cargado de emociones encontradas por lo que vivimos hoy. En mi caso, me emborraché parsimoniosamente desde el mediodía, disfrutando cada trago, riendo y compartiendo en familia y amigos unas empanadas, guiso de lentejas y vino a raudales… como saben bien pasaron muchas cosas en este largo día. Ahora es de madrugada y creo haber recuperado un poco mi cabeza. Entonces me pongo a escribirles con un motivo sencillo: pedirle disculpas a todo el plantel de Futbol cero.
Como ya me enchufé al teclado y de a poco empiezo a descargarme después de una jornada trágica, gloriosa... inolvidable. Me voy a tomar el atrevimiento (con un poquito de soda y hielo) de explayarme a piacere y contarles porque les pido disculpas.
El mundial me puso más cabalero que nunca: miré los primeros 15 minutos aislado, luego me sumé al resto de la familia y amigos frente al televisor. En el alargue me volví a recluir, confiando en influir sobre el azar, sobre el juego sagrado del destino. Todo resultó en vano: perdimos de una manera noble, nos retiramos con la frente bien en alto, con el corazón hinchado de orgullo, pero también con una sensación amarga, de haber estado tan cerca, de haber visto como se derrumbaba todo por un pibe que la viene a clavar en el minuto 113.
Lamentablemente ese bajón del alma surgió como la niebla que parece inocua, pero crece lentamente empañándolo todo, provocando accidentes automovilísticos... Esa tristeza que se extiende, como un negro manto que todo lo cubre, que altera la sensatez, la posibilidad de discernir correctamente ciertos aspectos de la realidad me atrapó y, cabalero como vengo, no pude evitar ponerme a pensar que carajo hice mal para que todo sucediera como sucedió.
Pensaba que debería haberme quedado frente a la tele durante todo el juego, que tal vez tendría que haber besado a la chola antes del alargue (la abuela de los Sosa, mis grandes amigos y vecinos desde la infancia con quienes viví el partido)…. Tendría que haberme tocado el huevo izquierdo 7 veces, rezarle a Francisco por más que no crea en la iglesia, comer salchichas con chucrut y vomitarlas sobre una bandera alemana… no sé que carajo faltó! Pero de a poco me fui calmando y pensé “no seas gil, el partido se jugó en el Maracaná y vos no tenés nada que hacer al respecto, ninguna influencia sobre lo que allí sucedió”.
Quiero confesarles que estas palabras y muchas otras por el estilo aquietaron mi turbado ánimo solo por un momento ya que había algo que aun pesaba (y lo sigue haciendo de una manera cada vez más punzante) en mi conciencia: el hecho de haber sido el propulsor de la más terrible deserción del partido más importante de Futbol cero, del partido que, aunque no se haya jugado ni se jugará jamás (al menos hasta que Marty Mac Fly y su padre -Federico Fernández- aterricen el DeLorean en la estación Banfield) será recordado por siempre como el partido que pudo ser y no fue. El partido que tal vez hubiera cambiado la historia.
En su momento, decidí bajarme la lista porque me imaginaba llegando a San José (con la euforia de haber ganado la final del mundo o cabizbajo por la derrota) para quedarme allí esperando, con tres o cuatro más de ustedes, la llegada de los 4 o 5 faltantes que, quizás por entregarse al fragor del festejo colectivo habrían olvidado su compromiso futbolcerístico. En el colmo de este panorama desolador, nos encontraríamos en la puerta de una cancha cerrada por el éxodo masivo de sus alcoholizados empleados hacia el obelisco.
Pensé mal del grupo, no me permití imaginar la gloria en nuestro partido más allá del resultado de la selección y ahora sé que estos pensamientos oscuros propiciaron la cancelación de nuestro partido y seguramente también influyeron en la derrota albiceleste.
Eso no me lo puedo perdonar.
Ahora bien, a ustedes sí les pido perdón: A cada uno de los jugadores anotados, a todos los que sostuvieron con dignidad su lugar en la lista, siempre deseosos de jugar más allá de lo que pasara en el Maracaná.
Espero poder encontrarlos pronto en las canchas, para volver a sentir de a poco que lo más lindo de todo esto que es el futbol se da cuando la pelota gira entre nosotros. Larga vida al Futbol Cero y aguante Argentina caraaaajoooooooooooooooooooooooooo!
Como ya me enchufé al teclado y de a poco empiezo a descargarme después de una jornada trágica, gloriosa... inolvidable. Me voy a tomar el atrevimiento (con un poquito de soda y hielo) de explayarme a piacere y contarles porque les pido disculpas.
El mundial me puso más cabalero que nunca: miré los primeros 15 minutos aislado, luego me sumé al resto de la familia y amigos frente al televisor. En el alargue me volví a recluir, confiando en influir sobre el azar, sobre el juego sagrado del destino. Todo resultó en vano: perdimos de una manera noble, nos retiramos con la frente bien en alto, con el corazón hinchado de orgullo, pero también con una sensación amarga, de haber estado tan cerca, de haber visto como se derrumbaba todo por un pibe que la viene a clavar en el minuto 113.
Lamentablemente ese bajón del alma surgió como la niebla que parece inocua, pero crece lentamente empañándolo todo, provocando accidentes automovilísticos... Esa tristeza que se extiende, como un negro manto que todo lo cubre, que altera la sensatez, la posibilidad de discernir correctamente ciertos aspectos de la realidad me atrapó y, cabalero como vengo, no pude evitar ponerme a pensar que carajo hice mal para que todo sucediera como sucedió.
Pensaba que debería haberme quedado frente a la tele durante todo el juego, que tal vez tendría que haber besado a la chola antes del alargue (la abuela de los Sosa, mis grandes amigos y vecinos desde la infancia con quienes viví el partido)…. Tendría que haberme tocado el huevo izquierdo 7 veces, rezarle a Francisco por más que no crea en la iglesia, comer salchichas con chucrut y vomitarlas sobre una bandera alemana… no sé que carajo faltó! Pero de a poco me fui calmando y pensé “no seas gil, el partido se jugó en el Maracaná y vos no tenés nada que hacer al respecto, ninguna influencia sobre lo que allí sucedió”.
Quiero confesarles que estas palabras y muchas otras por el estilo aquietaron mi turbado ánimo solo por un momento ya que había algo que aun pesaba (y lo sigue haciendo de una manera cada vez más punzante) en mi conciencia: el hecho de haber sido el propulsor de la más terrible deserción del partido más importante de Futbol cero, del partido que, aunque no se haya jugado ni se jugará jamás (al menos hasta que Marty Mac Fly y su padre -Federico Fernández- aterricen el DeLorean en la estación Banfield) será recordado por siempre como el partido que pudo ser y no fue. El partido que tal vez hubiera cambiado la historia.
En su momento, decidí bajarme la lista porque me imaginaba llegando a San José (con la euforia de haber ganado la final del mundo o cabizbajo por la derrota) para quedarme allí esperando, con tres o cuatro más de ustedes, la llegada de los 4 o 5 faltantes que, quizás por entregarse al fragor del festejo colectivo habrían olvidado su compromiso futbolcerístico. En el colmo de este panorama desolador, nos encontraríamos en la puerta de una cancha cerrada por el éxodo masivo de sus alcoholizados empleados hacia el obelisco.
Pensé mal del grupo, no me permití imaginar la gloria en nuestro partido más allá del resultado de la selección y ahora sé que estos pensamientos oscuros propiciaron la cancelación de nuestro partido y seguramente también influyeron en la derrota albiceleste.
Eso no me lo puedo perdonar.
Ahora bien, a ustedes sí les pido perdón: A cada uno de los jugadores anotados, a todos los que sostuvieron con dignidad su lugar en la lista, siempre deseosos de jugar más allá de lo que pasara en el Maracaná.
Espero poder encontrarlos pronto en las canchas, para volver a sentir de a poco que lo más lindo de todo esto que es el futbol se da cuando la pelota gira entre nosotros. Larga vida al Futbol Cero y aguante Argentina caraaaajoooooooooooooooooooooooooo!
Iván de los vientos y la tempestad
A pesar de que el señor McNamara lo perdonó, no debemos dejar que este tipo de actitudes sean perdonadas así como así, ya que las reglas de nuestra institución deben ser acatadas por todos. Esta sanción debe ser ejemplificadora. No vaya a ser que después aparezcan desertores ante una final de Hockey masculino (con el respeto que se merece.
Impresionante y conmovedor.
ResponderEliminar