martes, 18 de marzo de 2014

El fútbol y el miedo



Voy a abrir mi corazón y relataré una de las experiencias más profundas de mi vida. Cuando tenía 5 (cinco) años, ingresé en la escuela Nº2 "Conrado Villegas", de la ciudad de Neuquén. Comencé mi educación a tan temprana edad debido a que mi cumpleaños es en junio y por eso, me convertí en el más pequeño de toda la clase.
El primer día de clases, luego del recreo, lleno de temores, entré en el aula equivocada y, cuando volví a la mía, de la mano de una señora vieja y horrible, mis compañeros se comenzaron a reír y yo me puse colorado ,porque no sabía enojarme. El enrojecimiento de mi piel hizo que se rieran aún más y que yo me ponga peor. A partir de ese día, y, durante los siguientes 7 (siete) años, mi infancia se volvió una tortura. 
Entre otras cosas, mis compañeros aseguraban que "como yo era un marica" (aunque no lo era, pero a la larga te creés cualquier cosa cuando te la repiten a menudo), seguro no podía hacer un gol "ni con el arco vacío".
El tema es que yo estaba en un territorio hostil, y, cuando uno está en un territorio hostil y rodeado de enemigos, es muy difícil hacer lo que uno sabe que puede hacer bien (y yo soy tercera generación de amantes del fútbol y existo en un cuerpo bastante atlético).
Volviendo a lo anterior, efectivamente, como aseguraban mis compañeros, las pocas veces que jugué al fútbol en la escuela, por alguna razón surgida desde lo más hondo de mi inconsciente asustado, le pegaba mal a la pelota, y me daba cuenta que lo hacía por un mandato externo, y mis compañeros se reían, y yo alimentaba mi odio hacia ellos, y entraba en una zona donde los justificaba, porque ese ea mi rol predeterminado.
Ya un poco más grande, mi papá me anotó en la escuelita de fútbol  "Marangoni" y, al estar en un ámbito nuevo, me sentí fresco y encontré la oportunidad de "disfrutar". Además, tuve la fortuna de conocer al hoy tesorero de Fútbol Cero Amateur, Diego Lumerman, que fue compañero de ruta durante algo así como 2 (dos) años. En el "Marangoni" jugué gran cantidad de partidos, y siempre me sentí seguro. Incluso, a veces, ya admirador de los ninjas, pensaba que tal vez pudiera incrementar mi percepción para "percibir" rivales sin verlos. 
Pero todos los días iba a la escuela. Y todos los días, me negaba a mi mismo jugar a la pelota, porque sabía que si fallaba (y yo iba a fallar), me iba a convertir en la cena de los depredadores. Cuando finalmente terminé la escuela, me prometí a mi mismo ser otro, para no sufrir más y que no me guste más el fútbol. Esto duró casi lo que duró la secundaria.
Pero no se elije lo que a uno le gusta, ahí no hay elección posible, porque lo que te gusta es lo que sos. Y a mi me gusta el fútbol.

2 comentarios:

  1. el marangoonii............ a mi no me gustaba el futbol pero no se porqué recuerdo haber ido alguna vez ahí. Tal vez a buscarlo a Diego.

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    1. ¡No sabía que Diego iba con vos a Marangoni! Debe haber sido fundacional de futbol cero

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