Al terminar el partido, nuestro colega Iván, luego de proponer unas cervezas post-match, nos habló sobre los precios de las verdulerías del conurbano. Afirmó con vehemencia que podíamos conseguir 3 (tres) kilos de tomates con un billete de diez pesos. Un detalle que vale la pena es que nos lo dijo con su rostro oculto detrás de unas gafas deportivas que recomendamos usar a todos los atletas que necesiten aumento para sus miopes ojos.
El partido comenzó, como últimamente es usual, entre 8 (ocho) jugadores. Pero pronto llegó Sebastiano B y a los pocos minutos Iván salió de su auto con sus esplendorosos anteojos. A partir de ese momento, los equipos formaron así:
Los Buenos: Iván, Marcos, Julián, Fercha y Facundo
Los Malos: Andrés K, Sebastián, Diego, Mac Namara y yo, Andrés C.
Mucho para decir no hay, salvo que el partido podría haberse dado por ganado por los malos en una gran jugada que arrancó en un pase largo de mi parte hacia Mac Namara que, como un ángel, le paso rápidamente el balón a Diego, que se la devolvió de nuevo, para que convierta. Sin embargo, y a pesar de esto, los pesos pesados del equipo de los Buenos eran realmente buenos. Nos presionaron nos robaron todas y convertían con la facilidad con que un bebé llorón le pide alimentos a su madre, y esta no se los niega. Y nos ganaron por 10 (diez de diferencia).
Para nuestro consuelo, diré que al llegar a este resultado, comenzamos otro partido. Tras tonterías de Julián, el equipo de los Buenos, perdía el esférico casi en la línea de gol y uno de los nuestros la empujó. Justo segundos después de que el dueño de la cancha se acercara a decir "¡Último gol gana!".
Por lo relatado en el último párrafo, los Malos pensamos que un día de esto, nos merecemos una revancha: mismos equipos, iguales condiciones. Por ahí ganamos.
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