lunes, 18 de noviembre de 2013

Todos los Hombres

Hoy me cuesta escribir. Anoche, el fútbol me retiró el saludo. Llegué primero, temprano. Y me sentí extraño. Poco a poco empezaron a aparecer los demás. Todos eran sonrisas enormes. Diego, con sus barbas juveniles, Pablo Pachila, alma de segundo mejor jugador del mundo (porque el primero es Lionel Messi), Luco, y su espíritu defensor de todo lo que es bueno, Fercha y la magia de su pie derecho, Andrés O., con la inteligencia puesta al servicio de la agilidad, Leandro y su fuerte pegada mezclada con una seguridad medio porteña que no es tal, Facundo y su fantasista estilo, Marcos y la feliz experimentación de un juego más adulto (que se sabe pillo por la edad, además de poseer su notable gambeta) y Sebastiano B, la testosterona al servicio del deporte amateur, mezclada con una amabilidad superlativa. 
Y yo, (hoy: el otro Andrés). Yo no me sentí bien desde un primer momento. Tenía una certeza obsesiva de que el partido iba a ser difícil para mí. Todos los agentes en mi vida que funcionan como alimento para mi personalidad un poco fóbica, estaban ahí: me puse la camiseta de mi equipo favorito antes de que juegue (y luego perdió), llegué antes que todos, y todos tardaron mucho en empezar llegar y me sentí aterrorizado al ver que a mi alrededor había mucha gente, el agujero que hay en la suela de mi botín izquierdo se sentía más profundo que nunca. 
En algún momento, todos empezaron a llegar. Nos adjudicaron la cancha 2 (dos) y fuimos hacia allí (esta cancha en particular tampoco es de mi agrado). Una vez adentro, empezamos a pelotear y los equipos se formaron así: 
Los Buenos: Luco, Sebastiano, Diego, Andrés O., Pablo P.
Los Malos: Fercha, Facundo, Leandro, Marcos y el otro Andrés.
El partido tuvo pocos goles, hay que decirlo. Pocos porque las defensas fueron fuertes de ambos lados, además de que el calor ayudó y que la suerte no acompañó, pero también pocos, porque muchos no entraron. De todos modos, durante una gran parte del encuentro, Los Malos, tuvimos el marcador a nuestro favor en una diferencia de 2 (dos) goles a nuestro favor. En un momento, Leandro me dijo: "si seguimos así les ganamos seguro" (esto se sumó a la serie de anticipaciones macabras que yo tuve. Nunca, pero nunca fui capaz de sostener una victoria creyendo que ya la tenía). Y desde ese momento, a mi me pareció que no seguimos "así". 
Y en un momento dado, tras algunas jugadas beneficiosas para nosotros, pero mal terminadas, Los Buenos nos dieron vuelta el "match" en 1 (un) abrir y cerrar de ojos. Nos sacaron diferencia de 2 (dos) goles y, aunque intentamos y logramos reducir a 1 (uno) la diferencia, el señor de anteojos que además de ser dueño de la cancha, le enseña tenis a la arquera de Riber Plate, nos terminó el partido. 
Aplaudo a los Buenos de la noche del Domingo, pero me siento triste.

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